1.7.11

Siniestra vida de un zurdo

Dejé abierta mi caja de chocokrispis y hoy, llegando a casa, mojada, con el paraguas descompuesto, el delineador corrido de tanto pensar, el trabajo final de mañana todavía incompleto, y no haber desayunado papaya porque se me hacía tarde, esperando tan sólo mis chocokrispis crujientes, y probarlos aguados. Todavía peor tener este insomnio por el café americano de la tarde, por el cual sigo enojada con Bola de Oro por haberme hecho llegar tarde al trabajo, siento mis pies mojados y el frizz del cabello en su máxima expresión. Pero soy feliz, y no saben cuánto me costó por fin decir esto, hasta hace un par de semanas estaba mentalmente en mi ataúd, muerta, por no haber soportado la carga (ridícula) de pesares que me habían tocado. Despertaba soñando cosas tan horribles (ridículas) que parecían realidad, con la vergüenza de haber fracasado (ridiculamente) en mi vida, una vez más. Con el cabello más largo, kilos menos y pompis tristes. Con ganas de casarme con mi cama, porque era el único lugar donde nadie más puede lastimarme. Con ganas de ser una pluma y esperar que los vientos torrenciales me llevaran muy lejos de todo, como la pluma de Forrest Gump. Leí tanto que sentí que no había más novelas que para mí, los ridículos somos exagerados.

Me he muerto muchas veces, conjugar morir parece ser de mis actividades favoritas. Lo escribo, lo digo, lo pienso; es mi forma original de exagerar todo. No soy fatalista, ni siquiera quiero morir. Hablar de morir, para darle énfasis a la vida, morir de ganas por vivir, y otras tantas fanfarrias poéticas para justificar mi forma de ser. Siempre digo lo que pienso, aunque demasiado, aunque apasionadamente ridículo, aunque nosotros, los ridículos, también sabemos cuándo callar.

Una parte de la genialidad de la gente, es estar libre de encubrimientos, de la necesidad de ocultar, en no hacer nada que no pueda realizar enfrente del salón de clases, de todos sus amigos, de gritarlo en el ágora de la ciudad. Es un momento terrible cuando se presenta por primera vez la necesidad de ocultar algo. La vida entera cambia de ahí en adelante. Cuando se teme a las preguntas, cuando hay miradas que esquivar, y asuntos que no deben mencionarse. Postergar ese día tanto como sea posible, aplacémoslo para siempre.

Por temor a que te tachen de débil o cursi, no vacilamos en decir apenas "gracias" cuando queremos significar "que Dios te lo pague" y "bye" cuando debiéramos decir "me voy a sentir muy sola sin tí". Algunos se creen superiores mostrándose indiferentes y escasos de sensibilidad, más no saben que un mundo sin sentimientos es como un mundo desierto, sin calcetines para dormir, sin flores, sin iTunes, sin agua caliente en la ducha, sin mosquitos, sin perritos pomerania.

Yo ya no tengo miedo. (creo)

Y encima, soy muy feliz. Aunque nunca dejo de extrañar algo, alguien, cosas que ya están lejos, ridiculeces preciosas. 


2 comentarios:

  1. Amé tu escrito, i so fucking swear! Gracias por compartirlo, porque la felicidad a veces es más difícil aceptarla que conseguirla, Buenas noches Mujercita.

    @1000_Mascaras

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  2. Leilani hermosa me cautivas desde las primeras líneas, me haces imaginar todo, cada detalle (menos las pompis tristes, lo juro) y me encanto la seguridad y la fuerza con la que afirmas “Soy muy feliz…”
    Eres maravillosa, gracias por compartir. Sabes que te quiero mucho mucho y es un placer leerte.

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