19.4.11

El misterio de los mamuts congelados

 A éstos animales prehistóricos los hallaron en excelente condiciones, muy bien conservaditos en la zona glacial ártica. Qué interesantes teorías hay para explicar tan pavorosa catástrofe. Pero a mí ¿quién me va a devolver los mamuts que desaparecieron del congelador? *snif*

Pasemos a temas más interesantes.

PFFFFFFFFFFFF
¿Qué onda con esa gente que parece serena y sensata todo el tiempo, llevando el viacrucis de estos días con toda la calma?

Yo soy totalmente lo contrario. Tiemblo como una gelatina cuando alguien se me queda viendo sin quitar la mirada, pero por dentro tengo sangre de horchata. No me gusta que los demás mantengan la calma. La serenidad ajena me desconcierta.

 Todo empezó cuando vivíamos en Cárdenas, Tabasco. Mi padre trabajaba hasta tarde y mi mamá (recién parida), mi hermano y yo, estábamos solos en la casa. Yo cuidando a los encamados y haciendo la tarea y la casa. De repente empezó a temblar. Dicen que solamente duró el movimiento 3 minutos, pero para mí, fue un lustro completito. Las llaves estaban desaparecidas y mi mamá recordó que mi papá se las había llevado. Nunca pudimos abrir, subimos a la azotea y grité por ayuda, logré bajar por la barda del vecino y preguntar por alguien que tuviera una escalera para bajar a mi hermano y mi mamá. De repente todo se calmó, mi nivel de paranoia me hacía ver mi casa en ruinas y todos aplastados con los calzones del tendedero encima. Tenía 5 años.

A los 6, ahí mismo hubo una inundación, típicas de esas zonas tropicales y planas. Perdimos casi todas las cosas materiales. Cosa triste para una niñita regordeta como yo lo era. Desde esos tiempos no he vuelto a estar en ninguna desgracia natural ni artificial que me haga perder la calma en dimensiones estratosféricas. Pero desde entonces me he entregado a un leve histerismo al menor sonido de la manija de la puerta. Y tan fácil como decirle a alguien que esté conmigo "no pasa nada, debe ser el viento" por dentro sé que quizá sea un monstruo que vendrá a enterrarme un cuchillo, y estas son cosas que me llevaré a la tumba.

Atribuyo a todo esto mi hipocondriaquéz (NO ME IMPORTA SI ESTA PALABRA NO EXISTE) tanto ha fermentado ahora a mis 21, que, quienes me conocen, saben que me la paso en consultas médicas y voluntariamente encarcelada a miles de cajas de pastillas. Una vez @DearMars escribió un tuit que decía "Mis autodiagnósticos médicos siempre me llevan a una enfermedad incurable", casi vomité el jarabe que me estaba tomando en ese momento por la risa. Pero de repente me veo con cáncer de juventud y en una cama de hospital por el resto de mi vida. Sí, que pinche exagerada, pero es ahora mi forma de perder la razón y de sentir que el corazón se me va a salir por alguna gotita de sangre cuando me corto.

La calma es para las ostras, para los lanzadores de cuchillos, los jugadores de golf y las enfemeras que inyectan (las que inyectan bien, eh). A mí no me enseñen víboras de plástico que parecen reales porque soy muy nerviosa e impresionable.

Ah, y también lloro por todo, y no me da pena. Búrlense, eso me hace especial, jijijijijrrijijí.

Estoy de vacaciones, respirando el embriagante viento del ocio y emborrachándome (a diferencia de ustedes, [bueno yo también me emborracho poquito y bien a veces]) con un calor de los mil demonios.

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